25 de agosto, ni Eolo con toda su rabia

Los árboles pescadores de la Alameda, las cañas del país son sus ramas, sus lances trepadores hacia un mar de brillos de plata; espejo de un día ventoso en el que las banderas de plumas con alas, vuelan contracorriente cortando el cielo que baila al son de sus poderosas ráfagas.

ballet.

El mar es un cristal hecho añicos, un viento arrasador despedaza en olas mi mirada reflejada, cabezas del revés en la semana de la locura más airada. Palmeras despeinadas en una Bahía desierta de palabras, el vendaval sopla tempestades de notas musicales sobre el aluminio de sus barandas. Cádiz es un arpa vacía y la calurosa ventisca compone una melodía metálica. Puro heavy de sal que al pasar por la Caleta se convierte en música clásica; Sebastián a la guitarra mientras Catalina se arranca, hasta el desaforado viento se calla, se detiene y se ve reflejado en su aguas. ¡Ay Caleta Calma! ¡Ay Caleta Canta!

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¡Ay levante que locura! Cuando Cádiz es de aire, la ira de las sombrillas levantan el vuelo y los proyectiles de arena impactan en el cuerpo de una Victoria abandonada. Maldito vecino, bendito pirata, porqué llegas para quedarte y llevarte los días de playa. Cuenta un Titi de Cai que vienes un martes y que un viernes te marchas, pero solo un Enterao sabe cuánto tiempo estarás en nuestra sartén anclada. Cae la noche y sigo preguntado al oráculo del majara, ¿Cómo es posible que en verano permitas que una tormenta seca, en mil rayos a Cádiz partas?

Márchate maldito viento, que despeinas la luna y el verano de los días se derrite mientras tus cortinas de aire se cuelan en La Tacita de Plata. Es 25 de agosto, Gades es la Diosa despeinada; en un día de furia enajenada, la levantera se levanta, no despegan las gaviotas y las barquillas no zarpan. El cielo llora agua, el ocaso estalla, un espectáculo de luces, voltios de nubes cargadas, una palmera de cohetes en la noche cerrada. Es de locos mi Cádiz, sus vientos piratas al abordaje del vendaval toman la ciudad en la que la brisa es la obra maestra que suena mientras el levante y el poniente entablan su batalla. Ni Eolo con toda su rabia puede con Cádiz, que está loca por volver a ser de cuento y leyenda, un tesoro en cada pisada.

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